En este 8 de Agosto de 2021, a tres años de aquella muestra de fortaleza y convicción de los argentinos, los «Médicos por la Vida» renovamos nuestro compromiso por defender siempre la vida de los inocentes.
Quisimos reflejarlo a través de la plantación de un árbol que simbolizará nuestra lucha indeclinable a favor de la vida. El mismo está en el Paseo de la Independencia, Crisóstomo Álvarez y Congreso de Tucumán, en la esquina de la amada Casa Histórica.
Es por ello que ante todo, queremos agradecer a todos los que participaron de este acto, y a quienes inspiraron este gesto que realizamos: los niños por nacer y sus madres, los enfermos y todas las personas que, de una u otra manera, necesitan de cuidados especiales para resguardar su más preciado bien: la vida.
«Un día como hoy hace apenas 3 años los argentinos nos abrazábamos emocionados porque habíamos logrado detener la legalización del aborto en nuestra patria, a pesar de las tremendas presiones de algunos poderosos para imponerlo. No podemos olvidar a los millones de argentinos movilizados por convicción (en las calles y en las redes) para dar su voz a los que no la tienen, a los nuevos amigos que surgieron al descubrir que compartíamos los mismos ideales, y a los valientes legisladores nacionales y provinciales que se volvieron cercanos y que supieron escucharnos y representarnos dignamente.
Hoy nos duele en el alma que después de tanto esfuerzo se haya sancionado en diciembre pasado esta nefasta ley de aborto, y parece que se hubiera sepultado en la bruma del olvido el esfuerzo de tantos. Parece que la presencia de la muerte, potenciada por la irrupción de la pandemia en marzo del año pasado, ha impregnado el presente de un amargo sabor a derrota. Pero decimos “parece”, porque a pesar de la ley, muchos niños siguen naciendo, y muchas madres y padres los cuidan con amor. Y decimos “parece”, porque los Médicos por la Vida Tucumán, como muchas otras ONG y personas que en el día a día construyen la cultura de la vida, no sólo llevamos grabado a fuego todo lo vivido, sino que además seguimos dando lo mejor de cada uno para honrar el cuidado a toda vida. Así, en cada consulta, en cada paciente que se mejora, en cada ser querido que vuelve a su hogar luego de haber superado la enfermedad, celebramos la vida.
Por eso en esta fecha tan especial queremos plantar un árbol como signo de que la vida sigue abriéndose paso con esperanza y con tenacidad, incluso entre las circunstancias más adversas. Y así la pequeñez de este joven árbol nos recuerda que la vida a veces es frágil y siempre, de un modo u otro, necesita del cuidado de los demás. Pero con los cuidados adecuados, y también con la ayuda de Dios, crecerá hasta convertirse en el majestuoso árbol que está llamado a ser».
«Así como este árbol podrá crecer en la medida en que reciba los cuidados necesarios, es nuestro deseo que su sola presencia nos interpele a cuidar la fragilidad de la vida, desde el niño que se gesta en el vientre, hasta el anciano que muchas veces sufre en soledad. Alentamos a todos a que recuerden sin cansancio que nadie sobra, porque toda vida vale y merece ser cuidada y celebrada. Seguimos sosteniendo, respaldados por la ciencia, que desde la concepción existe un nuevo ser humano único e irrepetible, y que la mayor riqueza de un país es, precisamente, las personas que la habitan. Por ello, el aborto, la eutanasia y cualquier otro atentado contra la vida y su dignidad siempre serán crímenes que, además de la tragedia individual que provocan, causan un profundo daño a la sociedad.
Los niños, más allá de ser los custodios del patrimonio genético de la humanidad, con su vida inocente y pura irradian esperanza de que todo lo bueno puede ser posible. Los jóvenes, con su ímpetu de rebeldía nos desafían a pensar en que es necesario un mundo mejor. Los adultos, madurando lo que fue e integrando lo que puede ser, estamos llamados a encontrar un sano equilibrio para llenar de sentido y plenitud el presente. Y los ancianos son los guardianes de la memoria viva, de la experiencia y sabiduría que permiten un mayor aprendizaje, y en su fragilidad nos interpelan a descubrir al sentido último de la vida. El respetar la dignidad de cada uno, el asistirlos en sus necesidades en cada etapa hace que nos convirtamos en mejores personas, desplegando las virtudes y valores que hacen grande a la Patria que amamos.
Quizás es el momento de que los que formamos la gran “ola celeste” en 2018 pasemos a ser una suave y persistente “lluvia celeste” que impregna de vida cada rincón que toca, con perseverancia, con delicadeza, aliviando y dando nuevas fuerzas a quienes más lo están necesitando. De nuevo: hace 3 años comprobamos que los argentinos, los tucumanos, podemos lograr grandes cosas unidos. Depende de todos y cada uno de nosotros volver a lograrlo.
Por eso los médicos ahora reafirmaremos nuestro total y tenaz compromiso con la vida desde la concepción y hasta la muerte natural, una vez más, renovando nuestro juramento hipocrático. «